Adolescente fui en días idénticos a nubes,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.
Luis Cernuda. Donde habite el olvido. (1932-1933)
2 comentarios:
¡Es un poema precioso! Me ha encantado la última estrofa, que, como desafiante ante la muerte, le dice que ya no le puede quitar nada, puesto que todo lo vivido y los mejores momentos han sido los de la adolescencia, y que como esos, nunca volverán a haber.
Dani, me alegro de que te guste el poema de Cernuda. Tu interpretación es correcta; seguramente el poeta quiso decir lo que tú has comprendido.
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